Si hay algo de lo que aún nos da un poco de pudor a hablar es del sexo anal. Muchos disfrutan ya de esta práctica y está más extendida de lo que la mayoría pensamos, pero ¿Por qué lo ocultamos?
Recuerdo que allá por mis años mozos (como si fuese una octogenaria) que, cuando hablaba con mis amigas o amigos sobre sexo anal, siempre negaba haberlo hecho. También ocultaba otras cosas pero ¿Por qué negar algo que en realidad es tan habitual en la sexualidad humana? Por miedos y prejuicios. Lo primero que se venía a mi mente era «¿Pensará que soy una (inserte palabra fea para una mujer que le gusta explorar de su sexualidad aquí) por haberlo probado? Sí, sí, seguro lo pensará»
La realidad es que, aunque siempre mentía sobre esa experiencia, era y es una práctica que me gusta pero tampoco es lo que más suelo hacer entre la intimidad de mis sábanas. Contadas son las ocasiones en las que me apetece la puerta trasera.
Aunque no sea lo que más practique, para mí lo más importante es saber como hacerlo para poder disfrutar, además de no hacerme daño en el intento. No quiero aparecer por la sala de urgencias con un prolapso anal mientras me desangro.
Sí, ha sido muy gore, lo siento.
Recuerdo la primera vez que practiqué sexo anal. Un muchacho y una muchacha inexpertos aventurándose en ese inexplorado mundo, sin lubricante, sin juguetes para ayudar a dilatar y poniendo en práctica las malas enseñanzas del porno. Como si eso nos educase de alguna forma. Como si el porno fuese el libro gordo de Petete de la sabiduría sexual.
En esos vídeos del demonio se ve muy fácil la penetración anal, tan fácil como cortar mantequilla con un cuchillo. Lo cierto es que, sin conocimiento, suele ser bastante dolorosa y en esas pelis/vídeos hay mucho trabajo detrás que desconocemos. Debemos recordar que el porno no deja de ser ficción; es una PELÍCULA y, como pasa en las grandes producciones, hay mucho más de lo que se ve. La actriz/actor antes se ha hecho lavados anales, se ha dilatado la zona y se ha lubricado abundantemente. Repito: ABUNDANTEMENTE
Mi primera experiencia fue un desastre, un auténtico desastre. Cierto es que, para mí, la penetración anal (casi) nunca resulta indolora pero, aquella vez fue insoportable.
¿Cuál es la postura que más se suele ver en el porno para sexo anal? Si, esa misma que estás pensando, el perrito. Inocentemente apoyé mis rodillas y mis manos sobre la cama y me preparé para la incursión. Todo mal. Peor que mal.
«Quita, quita. No no, más despacio. Quieto no te muevas. Me molesta mucho. Para. No no». En ese momento pensé ¿Debe ser así una relación sexual anal? Pues que rollazo, no me gusta nada.
Digan lo que digan, quieras o no, la experiencia es un grado así que ir cumpliendo años me ha enseñado mucho sobre el sexo.
Cuando descubrí los lubricantes, la cosa cambió. Probé varios y algunos incluso me llegaron a dar como sensación de escozor/picor en la zona, algo realmente incómodo para el sexo anal. Además investigué otras posturas hasta dar con la más cómoda para mí que es «la cucharita». Ahí intento pegar lo máximo mis rodillas al pecho para dilatar el esfinter de manera natural. En esta posición el pene no puede entrar completamente porque las nalgas se lo impiden, así que es ideal para que el culete se acostumbre al grosor del miembro.
Antes de iniciar la penetración siempre deben haber unos juegos previos con algún juguete específico para la zona. A mi los que más me gustan son los plugs y, si me dan a elegir, las joyas anales me parecen súper acertadas, ya que se deslizan muy bien, tiene un buen grosor para dilatar, no son excesivamente largas y además son ¡Monísimas!
Mi manera de utilizarla (me) mola un montón. Me la pongo un ratito antes con lubricante para que vaya dilatando mientras practico penetración vaginal ¡Es la caña!
La vez que más disfruté de la penetración anal fue después de una cenita con vino tinto incluido. Si, soy de esas mujeres que les va más el tinto que el blanco. Eso si, no me preguntes por mi tinto favorito porque que me guste, no quiere decir que entienda una puta mierda de vino. Recuerdo que ese día me puse un conjunto de lencería muy mono y sorprendí a mi chico cuando terminó de descubrir mis nalgas al quitarme las braguitas.
–¿Qué es eso?- Preguntó curioso al ver algo brillando en el culete.
-Mi nuevo juguetito, aunque en realidad lo notaremos los dos ¿Te gusta?- Pregunté con cara de pilla mientras sonreía.
-Como no me va a gustar…
Empezó a morder cariñosamente mis nalgas, se iba adentrando con sus manos por donde mis piernas pierden el nombre e iba directo a estimularme el clítoris. No le dejé. Me di la vuelta y mi pubis quedó justo enfrente de su rostro. Busqué su mirada, la encontré y me la follé con la mía. Levanté una pierna para apoyarla sobre el sofá y despejarle el camino hacia mi Nirvana. Siempre le gustó que me ofreciese, que le diese de mi. Su lengua salió de paseo y yo cada vez me iba inundando más. El zumo de coño invadía mis labios externos, llegando notar como un pequeño hilillo se deslizaba lentamente muslo abajo. Sus dedos se abrieron paso por mi interior mientras seguía dándome lametones de placer. Enredé mis dedos por su pelo negro y tiré de él, acción que obviaba mi orgasmo inminente. Mi cuerpo se contrajo, mis gemidos se incrementaron, el pulso se me aceleró, mi cabeza se fue hacia atrás…
Llegó intensamente. Llegó como un torrente de agua bajando por un barranco. Con fuerza, con ganas, con furia. Llegó.
La joya anal había hecho parte de su trabajo pero debía cumplir toda su misión. Me arrodillé en el sofá y le ofrecí las vistas de la parte trasera de mi anatomía. Sabe que no puede entrar en mi coñito muy brusco, así que lo hizo con delicadeza, notando como mis labios se abrían y abrazaban su gruesa cabeza púrpura. Hubo un punto justo en el que forzó un pelín para estar dentro por completo; a buen resguardo. Noté sus caderas apoyadas fuerte contra mí y con su dedo tocó el brillante. La excitación era notoria porque de repente el ritmo aumentó, dándome fuertes sacudidas de placer.
Después de algunos minutos de Presto, baja el ritmo a Adagio. También suavizó la dureza de sus embestidas. Giré ligeramente la cabeza para poder encontrarme con su cara mirándolo por el rabillo del ojo.
-¿Y ese cambió de marcha?– Pregunté con picardía.
-Es que estoy disfrutando bien el brillantito este– Comentó mientras su cara no paraba de hacer muecas de placer.
–¿Se nota?- Pregunté sin pensar.
-Se nota. Se nota y mucho. Es como si estuviese más estrecho, como que hay menos espacio dentro de ti para mí.
Y en cierta manera, está más estrecho. Parte de la vagina queda semi-ocupada por el plug, así que incluso yo notaba esa zona de una manera distinta. Cambié mi postura y le dije que se tumbara. Me subí sobre él dándole la espalda, retiré la joya, apliqué lubricante en ambos y, con mucha calma, empecé a resbalar por él.
Mientras el arma hacia la incursión anal, yo misma me estimulaba el clítoris para camuflar esa ligera molestia con el placer que ese pedacito de cielo que mi anatomía ofrece. Después de tres o cuatro deslizamientos profundos, es imposible recordarlo todo con exactitud, la molestia desapareció y comenzamos a subir el ritmo hasta llegar a velocidad crucero. Unas cuantas sacudidas más tarde, el piloto confirma que está a punto de aterrizar, así que, depositó toda su dulce crema dentro de mis nalgas. El cabrón se corrió dentro de mi culo y eso me puso aún más cachonda.
Estuve todo lo que duró el viaje estimulándome el clítoris y su polla seguía dura, así que aceleré para llegar a meta con velocidad mientras mi culo continuaba lleno. Toda esa escena en mi cabeza era un potaje sexual, una menestra cualquiera que estaba alcanzando ser un plato de estrella michelín. Unos segundos más tarde mi respiración volvía a entrecortarse, mi pulso se aceleraba, mi cuerpo se contraía…
–Que buen invento este- Dijo mientras sujetaba el plug metálico y lo miraba con cierta curiosidad.
-Y que lo digas, y que lo digas- Respondí con la poca fuerza que aún me quedaba.